Lo que me resulta complicado de armar una mochila para partir de casa, es la impredecibilidad de lo que se puede llegar a necesitar. En la cotidianeidad porteña cargo cuadernos, apuntes, volantes, cepillo de dientes. A Brasil llevé hasta un alicate de ferretería. Al norte, soga, carpa, aislante. ¿Y a Córdoba? Libros (Doña Flor y sus dos maridos, Soldados de Perón, ¿la Antología de Gramsci?, La mujer rota de Simone de Beauvoir, y alguno más, seguro Cortazar o Benedetti), ropa, y ganas, llevo ganas de descansar, ganas de tocar la guitarra y cantar desafinadamente, de charlar y discutir...
Me gusta empezar / terminar los años con un viajecito. Es un descanso, pero una preparación para el año que se viene también. Tres materias el primer cuatrimestre, un febrero de busqueda laboral, militancia en la facu y en Argentina Arde... más todas esas cosas que forman parte de la cotidianeidad a las que hay que dedicarle tiempo, mente y cuerpo (amistades, amores, esas cuestiones).
En fin, hoy a la noche parto. No por dos meses con plata fruto de mi laburo como el año pasado, no con plata prestada y hacia otro pais como el anterior. Parto con el financiamiento de mis viejos a una casa en las sierras cordobesas, con amigos, con compañeros, con charo.
Veremos que resulta de este viajecito. Todos son buenos. De todos me traigo algo con que laburar durante el año. Todos me ayudan a crecer.
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